¿Por qué las generalizaciones extremas no ayudan al debate?
Este fin de semana me encontré leyendo equis (sí, ya sé, un deporte de riesgo si tenés la tendencia a no quedarte callado cuando leés alguna gilada). No puedo evitarlo: cuando algo me parece una barbaridad, me salta el chip de decirlo, ya sea para ilustrar a algún desconocido o para entrar en polémica con cualquier random que cruce mi camino.
En eso me crucé con un posteo de un feminismo extremo. El tema, por supuesto, es uno que como sociedad tenemos una deuda pendiente: los abusos sexuales. Pero este posteo, en lugar de abrir el diálogo, me dejó con un sabor amargo. El mensaje acusaba a los hombres de ser «violadores en potencia» y defendía que debíamos ser educados como tales.
El peligro de las generalizaciones
Lo primero que me saltó a la vista es que este discurso, lejos de abrir una conversación constructiva, estaba basado en una generalización maliciosa. Esa idea de la «potencialidad rancia» me chocó por completo. ¿En serio estamos proponiendo que todos los hombres deben ser considerados una amenaza hasta que demuestren lo contrario? Este enfoque no solo me pareció injusto, sino que sentí que el objetivo no era abordar el problema de los abusos en la sociedad, sino más bien generar una reacción defensiva.
Potencialidad y violencia: ¿quién es realmente el «potencial» violador?
El problema de encasillar a los hombres como potenciales violadores es que estamos hablando de una característica que puede aplicarse a cualquier ser humano, sin importar su género. Tanto hombres como mujeres tienen la capacidad de cometer actos de violencia, ya sea física, emocional o psicológica. Pero en este tipo de discursos se pierde de vista que el abuso no es una cuestión exclusiva de un género. ¿Qué hacemos con las violaciones emocionales, que también son abuso? ¿Y si nos tomamos un momento para hablar de cómo las mujeres también ejercen violencia, sobre todo en el ámbito emocional o psicológico, y no solo hacia hombres, sino también hacia niños y jóvenes?
La violencia no se reduce a un solo género
En muchas discusiones sobre violencia de género, parece que solo los hombres son los perpetradores. No digo que no exista violencia masculina, claro que la hay, y en formas muy graves. Pero también hay formas de violencia ejercidas por mujeres que rara vez son parte de estos debates. La violencia no es solo física ni sexual. Los abusos psicológicos, manipulaciones emocionales, incluso lo que llamamos «violación emocional», son igualmente dañinos y muchas veces pasan desapercibidos, especialmente cuando vienen de parte de las mujeres.
La cultura de la violación y la educación en prevención
Este tipo de discursos extremos, aunque busquen generar conciencia, terminan siendo contraproducentes. Al generalizar de esta manera, en vez de proponer un diálogo donde hombres y mujeres trabajen juntos para erradicar la violencia, lo que se genera es una división. Cualquier posibilidad de colaboración se desvanece si el punto de partida es que todos los hombres son «potencialmente peligrosos». Para poder avanzar, el debate debe enfocarse en cómo deconstruir los comportamientos violentos en general, no solo en un género, y educar a todos sobre el consentimiento, la empatía y el respeto mutuo.
Un enfoque más amplio e inclusivo
La clave para abordar este tema con seriedad y profundidad es ampliar el enfoque. No basta con señalar a los hombres como responsables del problema. Necesitamos hablar de cómo la violencia toma distintas formas y cómo afecta a todas las personas, independientemente de su género. Así, podremos visibilizar tanto a las víctimas como a los perpetradores de distintas formas de abuso y trabajar en soluciones que no polaricen el debate.
Las generalizaciones simplifican problemas complejos. Si realmente queremos avanzar como sociedad en la lucha contra la violencia y los abusos, necesitamos más que acusaciones maliciosas y discursos polarizantes. Necesitamos una conversación honesta, profunda y, sobre todo, inclusiva.